En los últimos meses han surgido numerosos problemas en el Atlántico Nordeste. Por un lado, existe una pugna política que incluye sospechas de espionaje entre Noruega y Rusia, la cual ha terminado con la cancelación del programa conjunto de protección y gestión de la pesca de bacalao que ambos países mantenían, lo que indudablemente puede poner en riesgo la sostenibilidad de esta especie.
Otro problema es la falta de acuerdo para una gestión multinacional del jurel, que en el fondo podría interpretarse como una falta de voluntad; y aún más grave podría ser el caso del bacaladilla, ya que instituciones como el Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES) señalan que las cuotas asignadas en años anteriores podrían haber sido sobredimensionadas. La consecuencia para estas especies capturadas por varios países es que ahora su biomasa en stock podría estar en declive, requiriendo la implementación de medidas más estrictas.